Chile: un sector privado más fuerte para una sociedad más productiva e inclusiva

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4 min readJun 24, 2022

Por David Tinel, gerente regional para el Cono Sur de la Corporación Financiera Internacional (IFC)

Largamente considerado un caso de éxito económico en América Latina y el Caribe, Chile vive tiempos singulares. Del estallido social de octubre de 2019 — que puso sobre la mesa el tema de la desigualdad — a hoy, el país andino hizo frente a una pandemia, aprobó cambiar la Constitución mediante un plebiscito nacional y eligió a un presidente con una agenda transformadora. Por estos días, una convención constituyente avanza en la redacción de la Carta Magna, que será avalada o rechazada por el pueblo chileno en una votación programada para el 4 de septiembre próximo.

El contexto, rebosante de expectativa, invita a analizar el rol y las responsabilidades del sector privado. En las últimas décadas, el robusto desempeño de empresas grandes, medianas y pequeñas, habilitadas por un entorno de inversión favorable, resultó determinante para expandir la economía y reducir la pobreza en Chile. Sin embargo, el progreso reciente ha sido más lento, persiste la segmentación en las áreas de educación y salud, y los mercados laborales exhiben deficiencias. En un marco de menor crecimiento y productividad estancada, los chilenos exigen acceso a mejores oportunidades y mejores servicios.

El Banco Mundial y la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), instituciones que forman parte del Grupo Banco Mundial, aspiran a contribuir a este debate a través del primer Diagnóstico del Sector Privado del País (CPSD, por sus siglas en inglés) enfocado en Chile. El trabajo, con aportes de expertos de ambas organizaciones y de asociados externos, evalúa desafíos y oportunidades para fortalecer al sector privado, un paso clave en la construcción de una sociedad más productiva, inclusiva y sostenible. En particular, el CPSD analiza tres áreas en las que todos los actores, públicos, privados y de la sociedad civil, pueden trabajar de manera conjunta para fomentar el desarrollo del país: economía digital, hidrógeno verde y agricultura climáticamente inteligente.

La economía digital presenta enormes oportunidades para estimular la productividad y el espíritu emprendedor y poner en marcha una economía más verde. El cambio tecnológico puede, a la vez, ayudar a superar vulnerabilidades estructurales como las disparidades en las prestaciones de servicios y la alta concentración territorial de oportunidades económicas. Pero el ecosistema digital no termina de despegar por habilidades inadecuadas, financiamiento limitado y fallas en los programas de apoyo público. En este orden, una mayor digitalización, que implica tanto un mayor acceso como un uso más sofisticado de la tecnología, precisará de reformas regulatorias y de inversiones privadas en infraestructura digital.

Un puente entre las agendas del sector público y del privado, el hidrógeno verde aparece en el horizonte como una fuente de crecimiento sostenible. Voces dentro y fuera de Chile coinciden en señalar que el país está llamado a ser un líder mundial en la industria del “combustible del futuro”, desarrollado a partir del uso de energías renovables, con la capacidad de producirlo a costos de 1,6 USD/kHV o menos a largo plazo. Concretamente, las inversiones en hidrógeno verde podrían ecologizar la economía, crear empleos de alta calidad a lo largo del país y generar una nueva fuente de exportaciones. Sin embargo, para lograr economías de escala, será necesario abordar los riesgos tecnológicos y financieros propios de esta actividad incipiente y las dificultades para medir el tamaño del mercado, así como la competencia de otros países productores, entre otros desafíos. En estos aspectos, el gobierno puede dar los pasos iniciales para incentivar a los inversionistas, establecer mecanismos financieros para los primeros usuarios y cerrar la brecha entre la oferta y la demanda.

La agricultura climáticamente inteligente (ACI), finalmente, ofrece una vía para mejorar la resiliencia y la competitividad. Ante la amenaza del cambio climático, la adopción de prácticas innovadores permitirá reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y los costos de producción, generar cultivos más resistentes y abrir nuevas oportunidades de exportación. Existen avances en esta dirección, pero es preciso acelerar la incorporación de tecnologías ACI, para lo cual será fundamental promocionar instrumentos financieros innovadores, realizar mayores esfuerzos de investigación y desarrollo, y lograr una mejor coordinación entre los diferentes actores.

En cada uno de estos sectores, como en la economía en su conjunto, es fundamental diseñar un entorno empresarial propicio en el que el Estado promueva la apertura y la competencia e impulse una sólida formación de habilidades y un mercado laboral más inclusivo. Chile atraviesa una etapa excepcional, entre el proceso constitucional y la serie de transformaciones propuestas por el gobierno de Gabriel Boric. El escenario nos convoca a debatir el papel del sector privado para el desarrollo de una sociedad más productiva e inclusiva y la generación de una economía más innovadora y sostenible. El CPSD del Grupo Banco Mundial viene a proponer un punto de partida.

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